Si alguno le ha echado un vistazo al periódico habrá encontrado en que hoy han empezado las vistas del juicio contra cinco prebostes de los Jémeres Rojos, ese régimen que asoló Camboya durante los años setenta. Entrar en el tema de las cifras lleva a la locura. 2.000.000 de personas en cuatro años. Gracias a dios los vietnamitas invadieron Kampuchea en ese momento. Saloth Sar, conocido como Pol Pot, fue el líder de aquel movimiento que pretendió refundar el país con la sangre y el odio como génesis. Es el régimen que condenó la vida urbana y que creo centros de tortura tan importantes como Luol Sleng, un lugar en el que entraron cerca de 20.000 presos y salieron 9 vivos.
David Jiménez, de El Mundo, ha hablado con uno de esos torturadores que, por supuesto, no pasará por el juicio que se ha resumido en cinco acusados. Khieu Ches, que así se llama el antiguo carcelero, comenta que "otros guardias habían sido asesinados por no obedecer" y se pregunta, como tantos otros, "¿qué podía hacer él?" Khieu no duda en erigirse como víctima, ya que al volver a su tierra se dio cuenta de que habían asesinado a su familia. Casi todas las familias camboyanas tuvieron muchos muertos. La frase "obedecía órdenes" es casi un mantra en las declaraciones de todos los que tuvieron algo que ver con los jémeres rojos. Hay 10.000 confesiones sobre los actos cometidos en lugares como Luol Sleng, pero sólo uno de ellos admite la muerte premeditada de una persona. Parece como si la muerte corriese a cargo de una maquinaria evidente pero invisible que todos conocían pero de la que nadie sabía nada.
El estado de enajenación al que llegó el régimen camboyano fue tal que una persona podía ser acusada de deslealtad (con la consiguiente muerte) por tener estudios universitarios, saber idiomas, haber tenido algun cargo administrativo en momentos previos de la historia camboyana o incluso por no tener cayos en las manos.
Uno de los nueve -nueve, sólo nueve- supervivientes de Luol Sleng, es Vann Nath. Alguien se dio cuenta de que era pintor y que, por lo tanto, podría ser útil para hacer retratos del hermano número 1 -Pot-. Nath recuerda a Ches, ese carcelero que jamás será juzgado. No hacía la tortura de manera automatizada, como se supone que se cumplen las órdenes, el disfrutaba arrancando las uñas con tenazas y utilizando la silla eléctrica. Vann dice haber pasado los últimos treinta años agachando la cabeza y cruzandose con verdugos por la calle. Hoy podrá tener una muesca de alegría, seis de los líderes de todo aquello pasarán por delante de un tribunal. Probablemente morirán antes de ser condenados, como el mismo Pol Pot, que falleció en 1998 de un paro cardíaco.
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