Si hoy se juntasen Obama y McCain solos en una sala comenzarían hablar de sus disensiones, que es lo que más les gusta, porque siempre que se habla de los temas en los que hay acuerdo con un rival se tiene la sensación de que se está dando la razón al contrario. Al final comentarían cosas de su campaña, que les ha interesado mucho más que el país durante los últimos meses. No se les puede culpar de ello, los mitines, debates, carteles y anuncios eran lo tangible, la política sólo el horizonte. Con ello terminarían comentando como fue aquella noche en la que escogieron vicepresidente y fue de noche porque es a la luz de la luna en la que se toman las decisiones importantes.
Ambos dos demostraron en aquella elección, la más importante en su carrera a la presidencia, que no esperaban la situación que posteriormente ocurrió. Ellos planteaban la cuestión de manera muy diferente a lo que finalmente ha pasado y por eso en aquel momento les pareció brillante su idea, también es cierto que las ideas propias siempre parecen afortunadas. Obama planteaba su inexperiencia como talón de aquiles, sigue pareciendo un querubín en una política en la que no importan mucho las canas. Planteó sus posibilidades y observó que se iba a hablar mucho de la amenaza exterior, de los pérfidos islamistas y los cañones rusos, de la superpotencia china y de un montón de temas en los que se encontraba en arenas movedizas. Necesitaba un barón del partido, alguien con muchos tiros en la carrera y al que siempre le hubiesen importado más las cuestiones externas que el etanol en Iowa o las acererías de Pennsilvania. Ese hombre fue Joe Biden que, además, calzaba canas nuevas tras un injerto.
McCain, por el contrario, veía en si mismo algunas de las características que Bush había explotado cuatro años antes. Militar del ala dura, fuerte en política exterior nadie le presentaría como un blando para relacionarse con sirios, iranís o demás ralea. Le quedaba para completar la ecuación ganadora la necesidad de contentar a su enemigo, un tradicional aliado del presidente saliente, la parte más conservadoras del partido republicano. McCain no los aguanta, sus divorcios no le ayudaban y no siempre estuvo clara su postura contra el aborto, más parecía que no le importaba el tema, algo que no podían aguantar muchos reverendos deseosos de quitarle el apoyo y reivindicar su fuerza. Entonces apareció Palin. Se necesitaba un golpe de efecto, para contrarestar lo exótico del rival (no deja de ser un negro en un campo de blancos) así que escogió una mujer por ver si en ese lado podía rascar algo. No una cualquiera, ella es la encarnación de los valores conservadores, antiabortista, contraria al control de armas, de la eutanasia ni hablar, todo por y para la familia. Su discurso cuadraba a la perfección con la idea utópica de mujer que puede tener la base religiosa del GOP.

Hoy, los dos se saben equivocados. Biden no resta, pero tampoco suma. Su presencia en campaña se ha visto reducida a un par de comentarios desafortunados que tampoco han tenido mucha trascendencia en las encuestas. Tenía alternativas preciosas que hubiesen apuntalado su candidatura. La más probable es Tim Kaine. Nadie esperaba que Virgina fuese a ser un estado competitivo, pero parece que si lo es. En Estados Unidos no es un territorio normal, es el primigenio, un pequeño espejo de la historia, el territorio de los antepasados. Si un demócrata gana Virginia, algo que no pasa desde 1964, sería el emblema del cambio tantas veces reclamado. Algunos analistas afirman que si Obama gana allí será por los votantes que haya llevado a las urnas el gobernador, si ese hombre hubiese sido candidato a vicepresidente las dudas sobre ello hubiesen sido menores en ese estado y la moral demócrata estaría por las nubes. Una ventaja más, es un estado del este, cuando salga su resultado en el oeste seguirán votando. Biden no está mal pero, al final, se ha hablado mucho menos de Ahmadineyad que de Lehman Brothers, un hombre como Kaine podría haber asegurado un territorio que más parece una bandera que un pedazo de tierra.

Si Obama puede repensarse su elección y ver que se equivocó McCain debe tenerlo claro. Palin y él no sintonizan porque no se parecen, las bases siguen donde estaban pero no parecen suficientes, como tampoco es seguro que esos votos se hubiesen escapado sin ellas en el banco. McCain sucumbe poco a poco por su poca pericia económica y, para paliar aquello, tenía el hombre perfecto. Mitt Romney fue su rival, pero no se llevaban mal del todo, el de Massachusets intentó todo lo intentabl para cortejar a McCain y terminar en el ticket electoral, pero al final quedó fuera. Romney es conocido por la economía, por haber salvado a los Juegos de Salt Lake City y ser un exitoso empresario, el hombre perfecto para los últimos meses, esos días en los que McCain parece haber caído en desgracia. A cambio le toca aguantar a Palin, que parece más pensando en 2012 que en esta noche. McCain hoy odia aquella noche.